Los políticos de hoy

Vemos cada día en la tele a esta gente salir de las Cortes con los aires de superioridad y la prepotencia que la ley les permite. Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel en los destinos de España, camino de sus cochazos oficiales o de los restaurantes de 5 tenedores que frecuentan, dónde seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica. Los verdaderos estragetas del país, sí señor. No pocos salen arrogantes y sobrados, como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y afectadas maneras de nuevos ricos. Oportunistas advenezidos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que realmente están despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos. Algunos de ellos sin ni siquiera el bachillerato y sin haber trabajado en su vida. Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las ocho de la mañana o buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos. Sin miedo a la cola del paro; sin escrúpulos y sin vergüenza.

No entiendo muy bien cómo, unas cuántas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de sí mismos (y pagados ellos mismos con el dinero de los contribuyentes), sin distinción de partido ni ideología, pueden amargarnos en un instante, de este modo, el día, el país y la vida. Quizá porque los conocemos, concluyo. No uno a uno, sino a la tropa. A su casta en general. En definitiva, tod@s nosotr@s nos hemos visto en los callejones sin salida a dónde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas y sus ambiciones. Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches oficiales. Cómo se han trajinado – ¿aquí no hay discrepancias ideológicas?- el privilegio de cobrar la máxima pensión pública de jubilación tras 7 años en el escaño frente a los 35 del común de los mortales. Cada vez que miro este desfile insultante, este espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado, un malestar interior hecho de indignación y desprecio. No es un acto reflexivo, sólo visceral. Un estallido de cólera interior. Las ganas de acercarme a cualquiera de ellos y cagarme en su puta madre…

Sé que tal vez esto sea excesivo, que siempre hay justos en Sodoma. Gente honrada. Políticos decentes cuya existencia es necesaria. No digo que no. Pero hoy hablo de sentimientos y no de razones, y de ver exclusivamente a gentuza cuando los miro. En fin… no soporto la corrupción y mucho menos la hipocresía, ¿qué le vamos a hacer? .

Lleó Damiá, José
jalleo23@hotmail.com

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